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Hija de la Luna

Ser yo de verdad.

Todo es verde a mi alrededor, el cielo no está lleno de nubarrones de ceniza, pero yo sigo viendo el gris del asfalto. Hoy los espacios abiertos me dan pánico, el campo me parece triste y agónico, me siento observada, sin la turba que me esconde en las calles, porque a mí la muchedumbre me hace invisible, y la soledad me hace volver a ser un bicho raro en medio de la nada.
Este aire no es el mío, este sitio no es mi lugar. Soy un animal urbano, al que le encantan las luces de las farolas y los chinos abiertos casi 24 horas, al que han soltado en el campo con la esperanza de que se olvide de su estrés. Y ahora sólo tengo mi miedo, y las miradas extrañadas de los vecinos, además de la sensación de que aquí no aguantaré mucho. Pero no hay modo de escapar, aunque yo necesite huir, correr, volver a mi mundo, mirar mi sombra y verla negra, no verde esmeralda. Necesito a ciudad para no volverme loca, para ocultarme en su locura, para ser yo de verdad.

Esto lo escribí el sábado en una servilleta que robé en una gasolinera. Normalmente me encanta el aire libre, pero ese día no.
A veces ni yo misma me entiendo, debe ser por tanto examen en el horizonte.

Acerté.

Usé siempre psicología barata, de saldo y esquina, de la que parece plata y no llega ni a estaño, para analizar el mundo de mi alrededor. Pero esta vez me he excedido: he psicoanalizado a alguien a través de sus dibujos, y le he contado los resultados. Lo malo no es que le haya sacado todas las tristezas posibles del alma, ni que dejara que mi imaginación rellenara los huecos con mis propias memorias, ni que se lo lanzara como arma arrojadiza, con toda la fuerza que da el cariño: lo malo es que acerté.

Difícil olvido.

Si te sirve de consuelo, yo también recuerdo aquellos días, también miro atrás y veo tus ojos, también repito visitas a lugares prohibidos con la esperanza de cruzarme contigo.
En mi memoria está cada caricia, cada beso, cada abrazo. Todas las palabras vertidas en ese tiempo están escritas a fuego en mi cabeza, en mi corazón.
Para que conste, te contaré aún que el saco en el que guardaba la desesperanza se rompió al transportarlo de un lado para otro como alma en pena, de tanto peso como llevaba, y que el vaso de mi resistencia al dolor se colmó hace tiempo con una de mis lágrimas, y ahora anda desbordado, manchándome el piso.
Pero lo que no puede ser, no será. No vamos a repetir los viejos errores, tropezar dos veces es humano, más de tres ya es estupidez pura. ¿Recuerdas mi canción, esa que escuchaba una y otra vez?

“y aunque fui yo quien decidió que ya no más
Y no me canse de jurarte
que no habrá segunda parte
Me cuesta tanto olvidarte,
me cuesta tanto…

Y si nos vemos y nos queremos acariciar, y si nos cruzamos y necesitamos un abrazo, si cada par de besos de cortesía se nos clava como un puñal en el pecho, la solución está bien clara. Aunque sea duro, aunque no sea capaz ni de decirlo, apenas si de pensarlo. Tú no puedes seguir llorando por las esquinas, yo no puedo seguir en mi papel de Reina de las Nieves. Se acabó, ambos lo sabemos. Aún no sé cómo lograré superarlo, pero tú y yo ya no nos veremos más.

Continuar.

Ya apenas si tengo tiempo. Mis pies no pueden correr más rápido, volveré a llegar tarde a otro sitio más. La cadena continúa, los cinco minutos robados állí se convierten en retraso de diez allá, mis oportunidades de cumplir los plazos se van esfumando. Y mientras, sólo deseo dormir, descansar más de 5 horas seguidas, olvidar lo inolvidable y remplazarlo por sueños coloridos, sin estructuras de datos ni prácticas en Pascal.
Creo que me echaré un rato, despúes tendré que continuar.

Por entregas.

Este blog vuelve a ser lo que era. El cine, la literatura, mis paranoias, todo vuelve a los post. He estado mirando nuevos alojamientos para el blog, porque sigo teniendo problemas para escribir llegando incluso a postear desde casa de la vecina (sí, reíros). Por ahora me quedo aquí, pero seguiré trasteando.
Lo primero es renovar la sección de enlaces: el primero es para Samara, con su blog Hija de la Fortuna?, porque se lo ha ganado, con sus genialidades y sus comentarios. Lástima que su blog me odie...
El segundo (para seguir con la casi tradición, esta vez también son 3) es para Marta, una cuentista nata, una posteadora genial, y, por lo que sé, un corazón de oro. Así qu enlace para Galatea.
Tercero y último hasta la fecha para Insomnio de Turandot, otra gran escritora que se merece un huequito entre mis enlaces.
No sé si será por mi nueva perspectiva, si me estará llevando de la mano la euforia o qué, pero he estado jugueteando un poco con el Photoshop. Hemos firmado una tregua, creo que le ha gustado mi proyecto. Consiste en ir publicando poco a poco explicaciones de modelos de origami. El problema es que no sé cómo subir más de una imagen por post. Si alguien me socorre, lo pondré en práctica a figura por artículo, sino irá por entregas...

Y el cielo se tiñó de sangre...

Una mitad de Nevselt Corporation ha decidido desdoblarse, escribir en ese blog y en uno nuevo, esta vez en solitario. Fuz Neviros va a compaginar los dos blogs, regalándonos aún más escritos, curiosos a veces, profundos otras, sinceros siempre.
Enlazo esta nueva página, hermana de la otra, y con un título que llega hondo: Y el cielo se tiñó de sangre...

Los amantes del Círculo Polar.

Los amantes del Círculo Polar.

Los amantes del círculo Polar. Me enamoré de Otto la primera vez que la ví; las siguientes, me enamoré del amor. Y eso aún me dura. La veo una y otra vez cuando necesito recuperar la esperanza, cuando necesito creer en el círculo de la vida, del amor, en la predestinación de las almas.
Le mio, me mira, se produce un instante de silencio atemporal, mágico, y surge la pregunta: ¿existe el amor verdadero? Algo me dice que sí, pero mi cerebro lo acalla, le dice que no mienta, que vamos de flor en flor porque el tiempo con uno o con otro se acabó. Quiero creer, quiero pensar que hay alguie por ahí esperandome, como yo le espero a él.
Vuelvo a darle al play, suenan sus voces, Otto y Ana hablan para mí, aunque piensen que es para ellos, vuelvo a ver Los amantes del Círculo Polar.

Gracias.

Hoy ha sido el primer día de mis nuevos días. Siento algo que me recorre las venas; se parece al vino, pero no es alcohol, sino una especie de satisfacción maravillosamente embriagadora. He perdido el miedo al miedo, el miedo a perder. Mis ojos, ciegos por no querer ver, miran otra vez al mundo de frente, y le sonríen. Creo que hoy soy feliz.

Nunca fuí ilusa, sé que el éxtasis se irá, que las tormentas volverán, que la lluvia intentará de nuevo desbordar ríos de lágrimas en mi interior. Pero yo he cambiado, o al menos he dado unos pasitos hacia el cambio. Aceptar que soy lo que soy, comprender que no puedo cambiar la intolerancia de los demás, pero sí ironizar sobre ella, romper los lazos políticamente correctos que encadenaban mi mente a un mundo gris, ese ha sido sólo el inicio del camino.

Ayer el surrealismo se unió a la realidad diaria y jugó con ella a las damas. Aposté por el primero, era mi esperanza. Ganó una partida extraña con una jugada extraña, no podía ser de otra manera. La pátina de inocencia que me ponía cada mañana me la dejé en el lavabo, y llegué con las armas al alcance de las manos, dispuesta a matar. Ni un gesto de compromiso, ni una sonrisa torcida, ni una palabra qu mintiera a mis pasiones, nada he hecho o dicho que me doliera desde entonces. Mi alrededor no estaba preparado, no había siquiera vislumbrado el cambio, pero pronto lo vió, de bien cerca.

He mantenido una conversación cercana con alguien lejano, que me ha ayudado a ver de nuevo el color azul del cielo. He roto en pedacitos bien pequeños el ego de algún guaperas que se creía albacea del ingenio global, he hecho más pedacitos, éstos sin querer, del ánimo de alguien; esos trozos han sido como cristales clavados en los talones de Aquiles de mi corazón, pero todo tiene remedio, esto también y no ha habido mucha sangre.

La tranquilidad ha llegado a mi vida; se unió a mi pasear en el camino en la última bifucación, hace apenas unas horas; la fortuna llevaba a mi lado desde el domingo, pero desconfío de ella, no mira a los ojos, sino a las manos, como buscando mi suerte para robármela en un descuido. Y no sé si esconderla o extender el brazo y rogar que se la lleve. Ya no la necesito más, no hasta dentro de un tiempo. He aprendido a oirme a mí misma, a no morderme la lengua, y, sobre todo, a abandonarme al flujo del tiempo y olvidarme de la autodestrucción.

La jaula de grillos parece un poco abrumada por el cambio, aunque intenta disimular su incomprensión, que yo haya sacado las garras de la sinceridad no implica que ellos lo hayan hecho. Intentan poner un rictus de tolerancia, aunque se nota cual es fingido. Da igual, ya sabía en quién apoyarme, sólo quería esa confirmación, a modo de prueba tangible.

Sé que ellos no han cambiado, pero mi sangre también es la suya, y algo tiene que influir. Y si no, tampoco me importa ya. No van a triunfar, el surrealismo ya ha ganado a la realidad una vez como mi campeón, confío en que pueda repetir la hazaña. Además, dentro de poco me iré, cruzaré los límites de Iplacea y llegaré tan lejos como me permitan las alas de mis pies. Quizá me quede en es ciudad cercana que siempre es mi fín de parada, en mi Finisterra particular, o quizá deje que mis alas me lleven más allá. Soy un animal nocturno, urbano, necesito una gran ciudad, pero también montañas que escalar, a modo de reto. Aún no sé donde iré, pero será lejos.

La paz me inunda, ha llenado lugares donde antes sólo había desconcierto. Me he hecho más fuerte, un poquito tan sólo, sólo el ápice que me faltaba para dar el salto final. En parte, ha sido gracias a vuestros ánimos, a vuestras muestras de interés, a las palmaditas en la espalda en forma de comentario. Me habéis arrancado sonrisas a la fuerza en momentos de esos en los que creía que iba a caerme, que mi salto no era más que un suicidio. Pero no lo era, y perdí el miedo, y salté. Y ahora la felicidad está al lado del camino observándome en estos dulces minutos, aunque quizá no esté mucho allí, pero ha merecido la pena. Antes de continuar con la caminata, quiero dejar esto, para que sea el más sentido de los títulos de este blog: GRACIAS!

Hoy ha sido quizá el más raro día jamás vivido por la lunática ésta que se dedica a escribir sus desmemorias. Me he levantado con la piel excitada ante la idea de que algo iba a ocurrir; siemre me ha pasado, desde que era niña, algunos días mis despertares se acompañan de sensaciones peculiares que me anuncian que va a haber algo más; pero hoy no necesitaba ninguna señal, si ocurría algo, sería buscado. La jaula de grillos estaba esperándome con su sonrisa falsa en la boca y el puñal tras la espalda. He ido hablando con propios y extraños, explicando mi modo de ver el mundo, sacando de dentro todo lo que guardé dentro del cajón cerrado de lo políticamente incorrecto. No me han recibido más sonrisas de las que esperaba, pero la dureza de algunos se ha convertido en algo más blando, parecido a la comprensión; otros, me han tachado finalmente de loca sin remedio y sé que seguirán jugando a la buena sociedad conmigo, pero yo no seguiré con la partida, ya no. Sólo alguien se ha librado de mis revelaciones, he descubierto en su mirada el peso de algo que no iba conmigo, no he querido subirme yo también a su espalda. Por un momento, me he abandonado y he pensado en lo que me rodea, en qué podría ser ese peso agotador, y me he sentido liberada de mí misma, aunque preocupada por alguien más.

Creo que he tardado una barbaridad en escribir este post, su redación me ha llevado toda una vida. Empecé a escribirlo en los libros de cuentos que me regalaban de niña, y lo acabé en el reverso de unos apuntes de programación prestados. Siento que cada palabra, cada gesto, cada paso dado estos años me ha traido aquí. Lo que he hecho esta mañana podría haberlo gritado en medio de una plaza llena de desconocidos, o susurrado al oido de alguien en un parque: el resultado habría sido el mismo. Necesitaba quitar cualquier ligadura que uniera mi cuerpo a la esclavitud de saberse regido por unas normas imposibles de cumplir para al menos mi mente, y lo hubiera conseguido igual de otras mil maneras, pero necesitaba hacerlo asi, no sé porqué, aunque supiera que lo importante era el resultado y no el método. Toda mi vida necesitaba de un día así, pero el día en sí realmente no importaba. La irrelevancia del día en comparación con el resto ha sido realmente su valor, por ello ha sido ese punto y aparte.

Mañana empieza mi vida.

Mañana, con suerte, seré feliz.

Yo me quedo en Madrid.

El camino llega más allá, las listas de hierro continúan tan lejos como se pueda imaginar, pero la sensación de que todo se acaba aquí me acosa en el vagón; se sentó a mi lado en la estación anterior y ahora no para de susurrarme al oído que el fín está allá, esperándome en el andén, para tomarse el relevo con mi compañero casual. Estos trenes llevan vidas a pueblos y ciudades en los que nunca estuve, a lugares que jamás pisé, a territorios apenas explorados por mi imaginación. ¿Y si hoy no tomara mi tren, y si hoy me fuera a un viaje sin rumbo? Pero, aunque todos los caminos van a Roma, los que parten de aquí hacen escala irremediablemente en mi destino. Continuar el raíl hasta donde me lleve, ir a allí donde nunca me atreví a llegar, visitar esos sitios que no recuerdo haber conocido antes, ¿porqué no? Todo me parece irreal, incluso la posibilidad de que haya algo más allá del punto final de mi camino; a veces me descubro a mí misma dándole la razón a los susurros, pensando que no hay nada más, que es sólo una ilusión, que el borde del mundo no está en Finisterra, sino aquí. Y llego a mi parada, dejando atrás el pensamiento de irrealidad, y recordando el final de aquella canción:

Yo me bajo en Atocha,
yo me quedo en Madrid.

Feliz.

He vuelto a la vieja rutina insalubre que reinó en mi vida hasta hace pocos meses, aquella que me hacía ser el zombie que ahora soy, áquella que me obliga a dormir de día, o dormitar más bien, y disfrutar de una caótica hiperactividad en la noche. Para algo soy Hija de la Luna, ¿no? Es como si necesitara vivir al ritmo materno... Mi ironía lleva unos días de reinado triunfal, él no ayuda con sus huídas y cambios de humor, siento que el movimiento de giro de mi mundo hipócrita ya no es el mío, que hay que rebelarse pronto, porque lo que me rodea no es lo que debería ser. No quiero tener de nuevo ganas de sonreir sin más, ni ir vestida de clarito, con lo bien que me sienta el negro, ni deseo ya cazar al gazapo escondido en el saco de las extrañas amistades, porque él también juega, pero al ratón y al gato, y eso no va conmigo. Mi buen talante se puede quedar en su casa, que no se moleste en pasarse por aquí, se acabó, si algo ha cambiado en estos meses soy yo misma, ya no me voy a callar: si soy díscola, seré criticada, sino lo soy, seré cobarde.

Ayer caí rendida en la cama.

Hoy he tomado una decisión.

Mañana despertaré con el hartazgo tapándome la boca e impidiéndome gritar.

Pasado volveré a la jaula de grillos y me rebelaré.

Al otro, con suerte, seré feliz.

Ni borracha me caso.

Que mi familia es rara es algo que asumí hace tiempo; mis amigos lo tienen más difícil, yo dejo caer comentarios que ellos recogen y con los que luego tratan de formar un puzzle que, a veces, ni se parece un poco a la realidad. Una de mis frases caídas habla de un bucle real, sin locura ni vejez de por medio, que se repite desde mi bisabuela: si quieres tener hijas en esta familia, no te cases. Así de claro, en cuanto hay boda, hay varones. Todas las niñas nacimos fuera de matrimonio, empezando por mi abuela, mi madre, mi hermana, yo misma… Además de mis primas. Mi abuela tuvo a mi madre, se casó: 2 chicos; mi madre tuvo a mi hermana, una boda, un niño, un divorcio, una niña…, y mis primas, nacidas de parejas de hecho. Y yo, que conozco la parte masculina de esta familia, me digo: ¡ni borracha me caso!

Goldbach.

Goldbach.

Hace ya unos meses me acabé El tío Petros y la conjetura de GoldBach, de Apóstolos Doxiadis, biografía ficticia de un no menos ficticio matemático griego obsesionado con la resolución de la conjetura matemática más simple y, a la vez, más extraña que jamás leí: “todo número par es la suma de dos números primos”. El libro narra en lenguaje común diferentes famosos teoremas que van ayudando o haciendo la zancadilla al investigador. El libro me apasionó, como entusiasta matemática que soy, pero la conjetura… no sé, que me parece que si aún no se ha demostrado (no estoy destripando el final, lo pone en las primeras páginas), puede ser, simplemente, porque no es cierta. A ver, para los primeros números sí: 4=2+2, 6=3+3, 8=5+3, 10=5+5, 12=5+7, … Hasta donde se ha llegado, los números mucho más grandes también la cumplen, pero mi instinto me grita que no es cierta, que hay algo que no funciona, pero quizá mi instinto esté más loco que yo y sí que se cumpla, y con teorema de la imcompletitud y todo la demuestren un día, y yo me trague mis palabras… Lo que está claro es que hubo alguien que era o un genio o un hombre con ganas de complicarle la vida a los matemáticos venideros: Goldbach.

Nota: he encontrado un montón de páginas sobre tal o cual resolución de la conjetura, pero no sé de ninguna publicación en la que se dé una solución correcta; si se solucionó ya (desconectada estoy, no me entero de nada), dejadmelo en los comentarios y me trago el orgullo y el instinto en un solo bocado.

Las cinco del viernes.

Esta semana son sobre el consumismo, así que me tocará pensar. Si algo suena raro, lo siento, estoy un poco descolocada y el cerebro no me da para más:

1) Para ti... ¿cuál es la diferencia entre consumo y consumismo?
Consumo es la compra de cosas más o menos necesarias, y consumismo lo que nos lleva a hacer las catalogadas como "menos".

2) ¿Hasta qué punto te influyen "las modas" a la hora de comprar algo?
Mi problema principal es qe vivo casi casi desconectada de la realidad, así que si acabo con algo de moda en la bolsa es porque me gustó, sin más, a veces si me doy cuenta de que "se lleva" me da rabia, pero poco más.

3) No gastas más... ¿Por que no quieres o porque no puedes?
Pues por ambas cosas, depende. No gasto más en el ordenador o en salir porque no puedo, no gasto más en ropa porque no quiero.

4) ¿Te arrepientes a menudo de comprar algo que días despues te parecía inútil?
Pues no, porque me tiro días y días discutiendo conmigo misma sobre si "compramos" esto o aquello, así que luego no hay lloros.

5) Si usas "marcas"... ¿por qué lo haces?
Me debí ver demasiadas veces el anuncio de los medicamentos genéricos, no sé, pero le tengo una especie de alergia rara a las marcas, no uso.

Pues me voy a la cama, aquí os dejo las cinco del viernes.

Este post

Encerrada en el paraíso, pero descontenta y abrumada, con ganas de disfrutar de los cuatro rayos de Sol en el césped de enfrente (yo, animal nocturno por herencia materna), cansada, nerviosa pero incapacitada para reaccionar a la realidad, así me he sentido todo el día. No hace mucho que salí del encierro voluntario en la biblioteca, me duele la espalda y los ojos, la cabeza me explota, no quiero ver ni un libro de nada relaccionado con la teoría de grafos en lo que queda de semana. Voy a responder a las 5, a darme una ducha y a acostarme, no voy a hacer visitas, lo dejo para mañana, lo siento, me he pasado la mañana programando y la tarde intentando entender lo programado, así que no puedo seguir mirando la pantalla, la jaqueca ya me puede. Para mañana, mi reloj interior predice post literario, bucle familiar rondando lo personal y paranoias varias, para hoy sólo las 5 y este post.

Vidas paralelas.

Mañana me iré, volveré allí, a rebuscar entre los viejos baúles su recuerdo. Ella fue la primera, es la única que puede salvarme, y tendrá que ser a través de su historia, porque no creo en los fantasmas. ¿No creo? No estoy tan segura. A veces su presencia se siente en la casa, su mano protectora casi en mi hombro, un calor cercano a mi piel proveniente de la nada. En las fotos va vestida igual que en mis sueños, con aquel moño alto que tanto la favorecía, la falda hasta los pies y la camisa bien abotonada. Dicen que nos parecemos, que las cuatro somos casi iguales, salvando las diferencias generacionales, siempre dicen aquello del aire de familia. Y no es nada más, físicamente somos casi opuestas, pero algo oculto en el fondo de los ojos nos delata, creo que es el destino agazapado.
Ayer intenté hablar con mi abuela -su hija- pero ya no dice nada coherente, vive a diario en un mundo que se paró ciencuenta años atrás. Mi madre también va mostrando los primeros síntomas, desasosiego, cambios de humor, desubicación momentánea... yo no quiero esa herencia, por eso vo a buscarla, para que me explique al amparo de las sombras qué ocurrió.
Dicen que le robó el marido a una muchacha que vivía calle abajo, y que ésta se suicidó; dicen también que ella lo olvidó, pero que el alma maldita no, y dicen que mi bisabuela murió delirando sobre una sombra que la perseguía y discutiendo con el aire, hablndo de cosas perdidas en el tiempo, y que esa locura la llevamos en la sangre, que mi destino, como el de las demás, es revivir sus últimos días, en un bucle generacional sin fín, obligando con mi sangre a mis descendientes a llevar vidas paralelas a la mía, a la suya.

Gaia.

Los treinta y pico grados a la sombra de ese día invitaban a dormir, a bañarse, a no salir de casa en cualquier caso. Como cada verano, yo dormía de día y vivía de noche, para evitar la luz, pero nadie sueña durante 16 horas seguidas. Bueno, al menos no yo. Me había leído hasta el último cómic de la casa, y en ese pueblo no abundan los libros. Cuando ya casi había renunciado e iba a tragarme junto a mi abuela y mi prima la interesantísima telenovela, mi padre me trajo una colección salvadora: Trilogía de las Fundaciones de Isaac Asimov. Adoro la ciencia ficción, así que aquel regalo fue de lo más acertado. Me los leí en dos o tres días de sesión continua, de los que, menos la noche, no recuerdo nada más: ni comer, no beber, ni ir al baño... nada, sólo aquella historia de Imperios caídos y Fundaciones poderosas. Me fascinó la paranoia de el Mulo y la valentía de Arcady, también la organización casi perfecta de la Segunda Fundación, germen imperial de poder invisible, pero sobre todo, me caló la idea de la posibilidad de un mundo mejor, realmente vivo, de una Tierra convertida en Gaia.

Cambiar de cara.

Este post es una nota para navegantes despistados. He cambiado el aspecto del blog - y mucho-, y he puesto un nuevo logo, regalo también de Adriana (gracias :D). Aquellos que me tengáis enlazado con el antiguo (gracias también a vosotros!) dejadlo un tiempo, no sé si este aspecto va a durar mucho, porque sigo trasteando con las plantillas.
De lo que más contenta estoy es de haber podido poner por fín la fuente Georgia, me encantan los números: 0123456789...
Bueno, pues voy a quitar el cartel de "obras", hasta que de nuevo me dé por cambiar de cara...

Mi promesa.

Me he vuelto a traicionar a mí misma, soy ya experta en eso. Prometí hacer solita las prácticas, molestarme en aprender un mínimo de la asignatura, para aprobar por algo que no fuera la inspiración divina, que ya se está convirtiendo en inspiración continua. Y es que con echar un vistazo a los apuntes soy capaz de desarrollar las teorías más extrañas para dar con la solución de un problema, con la solución válida, así que apruebo sin saber cómo, aunque escribiendo el doble que los demás, porque mis teorías, eso sí, ocupan mucho espacio, será por los rodeos que doy para evitar mis lagunas educativas. Pero me han ofrecido parte de las prácticas unos, parte otros... tengo la 4 una vez, del resto al menos un par de copias vagan por la memoria del cacharro éste. No me merece la pena repetirlas, las quitaré de la lista de cosas pendientes, me quedaré con los remordimientos de conciencia y acabaré estructura sola, como condena. Llevo unos días estudiando por las mañanas, me prometo hacer hincapié en estadística, ya que el laboratorio me ha salido barato. ¿Ignoraré de nuevo mi promesa?

Larga espera.

La noche no era muy diferente a las de otros jueves. Apenas si entraban cuatro o cinco adolescentes con ganas de borrachera temprana y, luego, nadie, si acaso algún borracho solitario de ésos que beben vinillos en los bares diurnos y que al cierre de éstos se hacen ronda por los pubs abiertos. Casi toda la fiesta se concentraba en los sitios de moda, a las afueras, en el barrio nuevo. Carlos limpiaba la barra y reponía las cámaras, sabedor de que al día siguiente no tendría tiempo, los viernes sí que se trabajaba. No entendía el porqué de abrir en jueves, pero él no pagaba las facturas, así que no tenía elección, y era dinero fácil el que ganaba esas noches, no cabían las protestas.

Cuando estaba levantando ya las banquetas para barrer, se abrió la puerta. Siempre que en jueves entraba la rendija de luz por la abertura hacía cábalas. Casi siempre era un hombre solo, pocas veces una pareja en busca de intimidad, o conductores perdidos, pero él soñaba con una mujer alta, morena, de ojos miel y boca dulce, que quisiera ahogar las penas en alcohol y acabara llorándolas en su hombro, o en su almohada. Hoy también se quedó mirando hacia la entrada, esperando un borracho más o, con suerte, a ella, a quien esperaba desde que empezó a trabajar allí. Entró, y se sentó al otro lado, donde Carlos apenas si la vislumbraba. Era ella, estaba seguro. Se quedó en medio, sin saber qué hacer, no se le pasó por la cabeza entrar a la barra y preguntarle si quería algo. Se había quitado la chaqueta, y enredaba algo entre los dedos. Carlos imaginó que jugaba con uno de sus rizos. Seguía extasiado, mirando a aquel rincón del bar como si viera un fantasma. Demasiado tiempo esperando un sueño, y ahí estaba. Finalmente, el valor salío de alguna glándula perdida de su cuerpo, y se atrevió a volver a su puesto.

- ¿Qué quiere?

Ni buenas noches, ni hola, ni tan siquiera una sonrisa; no podía ni decir ni hacer más.

- Un ron con hielo. Negro, por favor.

Era ella, estaba claro. Y parecía triste, tan triste... Le sirvió su copa, más otra para él, salió de la barra y se sentó en una banqueta tan cerca como pudo. Y desde allí, la contempló en silencio, miró su cuerpo, su cara, su pelo... miró todo su cuerpo, sí, pero a la espera de poder ver su alma, agazapada detrás de un gesto. Y de repente, la vió, pero lo que vió fue que no era ella, que aquel espíritu no era el que esperaba. Y se dió cuenta de que debería esperar más, que aún no era su jueves, que ella todavía no había cruzado esa puerta, porque quizá no debiera hacerlo en esta vida, sino en la siguiente. Así que se levantó de la silla, rechazó con un gesto y un invita la casa el billete que le tendía y volvió a barrer el final de bar sin mirar como ella abandonaba la sala.