Dicen que parezco sueca, con mi piel transparente y mis ojos claros, que con falda y sandalias parezco una turista.
Dicen que mi cabecita piensa demasiadas cosas, que no digo ni la mitad, que lo que voy pensando va pasando como sombra por mi cara, que dejo vagar mi mirada y mi mente, ignorando al resto del mundo.
Dicen que soy pasional, que se me nota, que puedo destrozar a cualquiera con sólo mirarlo, que mis ojos dicen aún mejor que mi boca lo que siento.
Dicen que soy independiente, pero, a la vez, que pienso demasiado en los demás, que soy incapaz de recordar una cara o un nombre pero memorizo los problemas ajenos, y que luego trato de resolverlos, como defensora de las causas perdidas que soy.
Dicen que destrozo egos y que gano batallas con una única arma, mi ironía, y que cada día lo vivo como si esto se fuera a acabar al amanecer.
Dicen que mi ateísmo me puede, que me hace melancólica, porque no me imagino nada más allá, y que su muerte me marcó hondo, tanto que me hizo renegar de todos y empezar de nuevo.
Dicen que mi familia, por ambos lados, me parece más una condena que un apoyo, que trato de huir de ellos a cada paso, que lucho contra mi propia sangre.
Dicen que me desperté roja una mañana, que la política entró en mi vida como un rayo de Luna, que la uso para ayudar a un mundo que, en realidad, me da igual.
Dicen que ya no soy tan oscura, que el negro de mi vida cada día se combina más y más con verde, incluso con naranja, que el pesimismo ya no es dueño de mi alma.
Dicen que soy capaz de no decir palabra de lo que tengo por dentro y luego contarle cada una de mis penas y alegrías a un desconocido, porque confío mis realidades a aquellos en los que confía mi instinto.
Dicen muchas cosas de mí, y quizá tengan razón, quizá yo sea así. Pero les falta saber cosas de mí que sólo están aquí, cosas que voy desdibujando letra a letra en mis post, y que no salen de estas líneas. Creo que ha llegado el momento de decirles que este blog existe, de darles una llave a una parte de mi corazón.