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Hija de la Luna

cartas que nunca envié

A el que fue mi confidente

Sin casi conocerte de nada, supe que podía confiar en ti: lo he hecho desde entonces. Te he contado cada una de mis locuras, de mis pecados, de mis lágrimas. Me conoces bien, tanto que llegas a asustarme, prediciendo mis reacciones con asombrosa exactitud. Eres mi confidente, un gran amigo, aquel que siempre estaba ahí. Ahora, estoy rota, las cosas no van bien, ellos están más cerca que nunca, la paranoia ya casi me alcanzó en mi desesperada carrera hacia ninguna parte, y tú eliges justo este momento para decirme que te gusto, para tirarme hasta la última teja que quedaba en tu tejado. No entiendo porqué tenía que ser ahora, porqué tenías que romper en pedazos aún más pequeños los pocos trozos recuperables de mi maltrecha esperanza. Cómo hablarte de los dolores de mi corazón sin temer por el tuyo, cómo cargarte con mis penas si sé que ya cargas con las tuyas, si sé que alguna de ellas soy yo.