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Hija de la Luna

Mañana seré feliz.

Estaba recordando porqué odio las máquinas de tabaco cuando un pensamiento extraño me ha dado una patada en la tripa y me ha obligado a cambiar el prisma de mi visión. He vuelto a la mesa y me he obligado a mí misma a continuar la partida, pero ya era tarde. Recordé el enfoque de la frase bajarse al bosque en “Lo raro es vivir”, y comencé a reír por no llorar, aunque poco a poco me metí más y más en el bosque, dejando a los de alrededor al lado del primer árbol. Escenas extrañas se han ido agolpando desde entonces en mi cabecita, y he jugado con ellas a lo Scarlett, diciéndome ya pensaré en ello mañana. Mientras me derrapaba la imaginación, he ido haciendo una espiral de papel con una de las bolitas que usamos para apostar, la he mirado de repente, ni me había dado cuenta de lo que estaba haciendo: otra patada más. Y ésta directa a la boca del estómago, donde más duele. Un recuerdo se ha saltado la valla detrás de donde los guardé para mantenerlos lejos. No ha tenido otra cosa que hacer más que ayudar en la escala a unos cuantos más, amiguitos suyos. Me han taladrado la memoria con su sola presencia. Otro y me derrumbaría, o quizá no. Para estas cosas tengo más resistencia de lo que yo misma creo. Hacía un buen rato que no caminaba por mi propio bosque, ya casi huía a la carrera aprovechando la ventaja de quien conoce cada planta por haberla sembrado.
Que alguien me dé 3 palabras para que me monte un cuento es un guiño a mi infancia; que me pida que sea sobre mí, una patada más, y encima dada sin querer. Y eso es lo que me he encontrado al engancharme de nuevo al submundo blog. Me he desconectado, asustada de la interacción de mis pensamientos con alguien a kilómetros de distancia, pero he vuelto para saltar de página a página y leer a otra gente para no novelarme a mí misma. Salto una vez, dos, tres… Nueva patada. Y yo que pensaba que a la tercera venía el derrumbe. Para colmo, suena Moreno, de Amparanoia, lo que faltaba. Ya son las once de un día con final anunciado pero de llegada lenta, y yo con ganas de ron, como mínimo. En esta casa no se pasa del brandy, y lo de emborracharme sola no me va, así que he decidido tirar de mi díscolo móvil y de agenda, pero se me adelantó él, el maldito. Dos minutos escasos de conversación, con sonrisa telefónica desde mi lado incorporada, y acabo delirando, me veo ya los moratones en la tripa, y es que encajé más golpes en ese tiempo que en toda la tarde, y él sin darse cuenta de que me los daba. Ya si que no puedo más, el juego de Scarlett le iría bien a ella, pero a mí una legión de pensamientos gritando a la vez me sacan de mi autismo quiera o no. Me he tirado al suelo, he llorado todo lo que no lloré hace dos años, hace unas semanas, he gritado a las paredes todo lo que no dije a quien debía, y algo se ha recolocado en mí. Me he sorprendido a mí misma diciendo las tres palabras del cuento al espejo, y de repente no he sabido si estaba en mi presente o en el pasado, sólo que aquellas patadas me habían hecho bien. Otro recuerdo rebelde ha saltado la valla sólo para contarme que eso ya pasó, hace tiempo, y que al final no fue más que otra frase del juego. Me niego a creerle, y a recordar. Me he secado las lágrimas y he susurrado al aire, para que lo haga llegar a donde deba, las tres palabras: mañana seré feliz.

3 comentarios

Hija de la Luna -

Debe ser que el viento de la noche es buen mensajero... un besote.

Iván -

"y he susurrado al aire, para que lo haga llegar a donde deba, las tres palabras: mañana seré feliz". El aire ha pasado por aquí, me quedo con esto :D Bss.

Hija de la luna -

Creo q esto ya lo escribí, pero vuelvo a hacerlo, que tp pasa nada:

Iván, gracias por estar ahí cada fin de semana, y por el apoyo. Me tomé tu comentario al pie de la letra porque tomármelo de otra manera hubiera despertado algo que conseguí que se durmiera hace bien poco, y q necesita descansar: mi corazón. Recuerda q los relatos son ficción, sobre todo por el inicio del 2º párrafo.
Bikos.