¿Quén quiere plantar narcisos?
He salido a la calle con mi bufanda de lana y mi boina roja y casi me derrito como un polo, y eso que el señor del tiempo me había prometido que iban a bajar las temperaturas. Y todo por que, al fin, ha llegado la primavera más lejos del cristal del Corte Inglés; pues yo, que llevaba un mes viviendo en la ilusión de un invierno sin término, me siento como los muñecos de Calvin. Tengo ya a medio fabricar la pancarta para hacer compañia a los desamparados hombres blancos, aunque no quiero ni pensar en la cara de mis vecinos. ¿Tendré depresión primaveral?
Cuando era niña, mis padres estaban preocupados de que me pareciera lo más normal del mundo andar descalza por mi patio mientras caían los primeros copos de las nevadas, y mucho más de que llegara empapada a casa cada vez que le daba por llover porque yo me negaba a abrir el paraguas, así que me regalaron un libro, Simón y los animales, ilustrado y narrado (eso pone en la portada, nunca he sabido quién hacia cada cosa) por Alberti y Wolfsgruber. La historia cuenta como un niño enamorado del frío y de la nieve descubre un día lo dura que es la vida para los animales del bosque durante el invierno, y desde entonces espera con ansias la venida de la primavera. Supongo que con el cuento esperaban que yo me reformara y me decidiera a sonreir de una vez cuando oía eso de: "este verano, a la playa. Ya verás que bien, hija!". Pues me temo que les salió el tiro por la culata. El pobre de Simón, al acabar la historia, se convirtió para mí en algo así como un converso y un hereje, y nunca volví a leer el libro, que para colmo me llevaba cada verano para mirar los dibujos de paisajes nevados.Y es que no creo que me llegue a gustar la primavera, con las alergias, el calor, la Semana Santa y los domingueros de montaña empeñados en estropearme el fin de semana: mis pesadillas al completo en una sola estación.
En pleno ataque de ira contra la Madre Naturaleza, he encontrado esta tira de Bill Watterson. No puedo evitar sentir rabia. ¿Cómo puede querer plantar narcisos cuando lo que más le gusta a su hijo, el arte de los muñecos de nieve, se derrite poco a poco? ¿Quiere quizá celebrar la primavera con flores? Seguro que a ella también le regalaron el libro, y se ve que a veces hace efecto... Pero me queda la esperanza de que Calvin no se convertirá, como el desdichado Simón, en un hereje más. Y aquí, mientras espero otro invierno para bailar descalza bajo un chaparrón, pienso ¿quién quiere plantar narcisos?
Cuando era niña, mis padres estaban preocupados de que me pareciera lo más normal del mundo andar descalza por mi patio mientras caían los primeros copos de las nevadas, y mucho más de que llegara empapada a casa cada vez que le daba por llover porque yo me negaba a abrir el paraguas, así que me regalaron un libro, Simón y los animales, ilustrado y narrado (eso pone en la portada, nunca he sabido quién hacia cada cosa) por Alberti y Wolfsgruber. La historia cuenta como un niño enamorado del frío y de la nieve descubre un día lo dura que es la vida para los animales del bosque durante el invierno, y desde entonces espera con ansias la venida de la primavera. Supongo que con el cuento esperaban que yo me reformara y me decidiera a sonreir de una vez cuando oía eso de: "este verano, a la playa. Ya verás que bien, hija!". Pues me temo que les salió el tiro por la culata. El pobre de Simón, al acabar la historia, se convirtió para mí en algo así como un converso y un hereje, y nunca volví a leer el libro, que para colmo me llevaba cada verano para mirar los dibujos de paisajes nevados.Y es que no creo que me llegue a gustar la primavera, con las alergias, el calor, la Semana Santa y los domingueros de montaña empeñados en estropearme el fin de semana: mis pesadillas al completo en una sola estación.
En pleno ataque de ira contra la Madre Naturaleza, he encontrado esta tira de Bill Watterson. No puedo evitar sentir rabia. ¿Cómo puede querer plantar narcisos cuando lo que más le gusta a su hijo, el arte de los muñecos de nieve, se derrite poco a poco? ¿Quiere quizá celebrar la primavera con flores? Seguro que a ella también le regalaron el libro, y se ve que a veces hace efecto... Pero me queda la esperanza de que Calvin no se convertirá, como el desdichado Simón, en un hereje más. Y aquí, mientras espero otro invierno para bailar descalza bajo un chaparrón, pienso ¿quién quiere plantar narcisos?
2 comentarios
Hija de la Luna -
Adriana -