[sin título]
Se agacha y coge la moneda del suelo. Se siente feliz, muy feliz, lo veo en su cara. Cierra el puño con fuerza, como si quisiera proteger su gran tesoro de mi mirada, sino ya de mis manos, y, de repente, extiende los dedos y me alarga la mano. "Tómala", me dice. "Con esto ya tienes para más de un café, eh?". Cojo la moneda, sonrío, me la guardo en el bolsillo de la chaqueta, le doy un beso en la mejilla y unas gracias lo más sentidas posibles, y me marcho de allí pensando dónde meter aquella peseta sin valor desde hace años para todo el mundo menos para mí. Y es que ha sido mi primer regalo de mi abuela, y se ha hecho esperar.
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